Como director y fundador de la Colegiata Marsilio Ficino y de la revista Symbolos y su anillo telemático, quiero presentar este nuestro blog oficial de la Colegiata, que esperamos sea ágil y dinámico pese a la profundidad del pensamiento que le es inherente. Lo hacemos también con el Teatro de la Memoria, una nueva manera de percibir lo ilusorio y la ficción que uno puede vivir trabajando en el laboratorio de su alma e intelecto, lo cual es una novedad ya presentida en el tratamiento de la cosmovisión y su representación teatral. Por lo que deseo a esta forma de expresión del Arte –que sin embargo tiene precedentes ilustres– la mejor de las andaduras y el mayor éxito.
Federico González

lunes, 11 de mayo de 2009

Nuevas representaciones de "Festival de Monólogos" y crítica de su reciente estreno

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En "Ruqueria Querubí":
http://www.ruqueriaquerubi.blogspot.com/, espacio teatral situado en el corazón del barrio de Gracia de Barcelona, se representarán durante cinco sábados consecutivos (desde este sábado 16 de mayo hasta el 13 de junio) cuatro monólogos alternados de los nueve que componen este "Festival de Monólogos".
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C/Perla, 11
Horario: 22,30h
Precio taquilla: 8 euros
6 euros reservando las entradas con antelación en:
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Sábado 16 de mayo
La Torre de Destrucción, de Mireia Valls, por Esther Torrella
Adiós al Observatorio, de Marc García, por el autor
La Partida de Oca, de Pedro Abío, por Antoni Guri
La Encrucijada, de Ana Contreras, por Lucrecia Herrera

Sábado 23 de mayo
La Carta, de Antoni Guri, por Carlos Alcolea
La Rueca, de Beatriz Ramada, por la autora
Destino, la Libertad, de Carlos Alcolea, por Pedro Abío
La Encrucijada, de Ana Contreras, por Lucrecia Herrera

Sábado 30 de mayo
Recordando, de Esther Torrella, por Mireia Valls
Adiós al Observatorio, de Marc García, por el autor
El Ángel Escultor, de Àlvar Gràcia, por Ana Contreras
Destino, la Libertad, de Carlos Alcolea, por Pedro Abío
La Encrucijada, de Ana Contreras, por Lucrecia Herrera

Sábado 6 de junio
La Torre de Destrucción, de Mireia Valls, por Esther Torrella
Destino, la Libertad, de Carlos Alcolea, por Pedro Abío
La Rueca, de Beatriz Ramada, por la autora
La Carta, de Antoni Guri, por Carlos Alcolea


Sábado 13 de junio
La Rueca, de Beatriz Ramada, por la autora
La Partida de Oca, de Pedro Abío, por Antoni Guri
El Ángel Escultor, de Àlvar Gràcia, por Ana Contreras
Recordando, de Esther Torrella, por Mireia Valls
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Acabamos de recibir una vibrante crítica de Carmen Ezpeleta, amiga de La Colegiata desde sus orígenes, que se desplazó desde Zaragoza para asistir al estreno en "Cotxeres Borrell":
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El Teatro de La Colegiata Marsilio Ficino conmueve literalmente; a la manera del pathos del teatro griego; diríamos que “no deja a nadie indiferente”, si no estuviera tan pervertida tal expresión. O, a lo grande: deviene en catarsis; y obra catárticamente porque “mueve” tanto a los actores como a los asistentes hacia nuevas evidencias de la Verdad. En este Festival de Monólogos se plantea una deliciosa paradoja ya ab ovo, y desde el título: la algarabía que orquestan las distintas personas y voces que dramatizan los monólogos[1] ; las diversas manos que los han escrito (el género monólogo sometido literariamente a variaciones, etc.) para encarnarlos ellos o para otros; tantos corazones aglutinados en torno a la expresión y representación de materiales tan variados, decimos; contrasta con el género monólogo con el que La Colegiata ha trabajado esforzadamente (a tenor de ésta, su más excelsa actuación en el marco del Teatro de la Memoria en el que trabaja desde hace años con su director, Federico González[2]. Monólogo. Una Voz (Verbo) sólo puede hablar consigo misma, y la comunicación destilada la podríamos llamar Palabra, o Logos. La *Una Voz se resuelve y expresa a sí misma en una suerte de palabra polifónica, politonal y festiva, la de nuestra Obra, Festival de Monólogos.
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Es un “Retablo de las Maravillas”, literalmente, porque la esencia, subliminal, alquímica, se va entretejiendo sobre sí dibujando con palabras que dicen Verdad una Realidad; y una realidad teatral, además. El prodigio estriba en que vemos ante nuestros ojos, y de forma sincrónica, la misma trama haciéndose paño y el tejido que resulta; meta-teatro y teatro; o de otra manera: el nacimiento in fieri de la Palabra desplegada en vocalizaciones distintas que todas la contienen; como el leit-motiv del Bolero de Ravel, (una suerte de minimalismo colorista y juguetón que, corregido y aumentado, deviene en gran orquestación epifónica), que, por cierto, provocó el abucheo de los que asistieron al estreno: les parecía una tomadura de pelo. (Nada nuevo, como ven).
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El teatro que impulsa Federico se hace libre porque escribe para todos los públicos (y aglutina distintas lecturas en la misma pauta): para aquellos que asistimos al rito y con el rito que se ofrenda sobre las tablas (los asistentes); y para los espectadores (la “inmensa minoría” que espera en las renacentistas sillas de terciopelo). Su lenguaje es el más excelso ejemplo de palabra justa, exacta y carente de afectación; diríase medido. Será por eso que nos resulta pathético en su hondísimo gozo liberador, en la alegría chispeante que prende, de repente, en el asistente y lo mueve hacia la Vida y hacia la Luz.
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Es un gesto de liberalidad por parte de La Colegiata ofrecerse a todos; y, por si fuera poco, y para los que remoloneamos en la laxitud del duerme-vela, un KiKiRiKi nos despierta a buena hora. No obstante, en la magnífica representación del Festival de Monólogos, la Voz era Una, aunque, como tratamos de explicar, desgranada en un discurso polisémico que habla a hombres libres y atados, cojos y mancos incluidos (No podemos dejar de acordarnos de la bonhomía de Ravel, que escribió para pianistas mancos (¡). Solo nos queda concluir esta reseña insistiendo en que el teatro de La Colegiata resulta perfecto, en su sentido de ‘acabado`, redondo, completo, cabal. Su Obra realiza de facto el rito primigenio de la creación in fieri, sincrónicamente e ipso facto, al tiempo que celebra el nacimiento de la criatura, ante las desencajadas órbitas de los que tenemos el privilegio de disfrutar en este Festival del engaño con la Verdad, que como afirmábamos arriba, no es sino una, entre las voces, Una. El teatro en estado puro, mágico, pues, hay que decirlo ya, lo nunca visto: ofrécese transformación, transfiguración y aun rapto para todos los que se acercan a él. Este Festival ha adelgazado tanto el discurso, el atrezzo, el entretenimiento, todo lo que estorba, que ha hallado la quintaesencia del lenguaje alquímico: el Monólogo como articulación arquetípica del nacimiento del Logos; la comunicación directa entre el Verbo y el Logos, el íntimo tuteo entre hombres y dioses. O, como lo expresó el poeta otrora simbolista: “Quien habla solo, espera/hablar a Dios un día”.
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[1] Como la apoteosis hacia la que se encamina deciso y ostinato el Bolero, de Ravel.
[2] La representación del pasado ocho de mayo fue, sencillamente, el no va más, una actuación divina para la que La Colegiata se ha preparado concienzudamente y que estrenó un estilo más directo, más verdadero (que no verista), una auténtica revelación, ya decimos. No puedo por menos de destacar la dramatización desesperada de ese último hombre, enajenado ya, pero revelándonos, en su encarnación desnuda un último sonido subliminal y onomatopéyico que, a voz en grito, nos reclama como señuelo de aquel “pájaro más sublime que todos los demás”: KI KI RI KI. Pero si tuviera que entresacar otro momento mágico de la Obra, fue el ballet de los tramoyistas y el gozo de vivir los entre-actos, que a manera de delicados entremeses nos regalaron los más jóvenes de La Colegiata.
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